Casi todo lo que hacemos en nuestra vida está sujeto a hábitos. Trabajo, autocuidado, salud, familia, amigos… La mayoría del día vamos en piloto automático. Y no influyen ni la personalidad, ni la edad, ni el género.
Los hábitos son maravillosos porque nos facilitan la vida. No tenemos que pensar todo el día qué paso dar a continuación. Nos sale rodado. Sería agotador tener que tomar decisiones diarias sobre temas que pueden estar automatizadas.
Pero también nos perjudican porque dificultan cambios que deseamos dar en nuestra vida. El hecho de que los hábitos sean automáticos nos pone difícil prestar atención a todo aquello que deseamos cambiar.